El tratamiento definitivo es que la placenta deje de estar adherida a la pared del útero, es decir, la inducción del parto cuando la edad gestacional así lo permita. Siempre que sea posible, la preferencia es por el parto natural. En caso de tener que terminar el embarazo de forma muy prematura por la gravedad de los síntomas, la cesárea programada será la via elegida.
Se trata de encontrar el punto preciso en el que podamos esperar lo máximo para inducir lo más cerca posible de la semana 40 de embarazo, con el seguimiento de la evolución de los síntomas en la madre, para que la espera no suponga consecuencias graves de saludo de ésta. En estos casos, la hospitalización durante las últimas semanas del embarazo puede estar indicada.
Para prevenir la aparición de crisis convulsivas cuando la tensión arterial es muy elevada y se acompaña de otros síntomas explicados anteriormente, el tratamiento suele ser la administración del sulfato de magnesio por via intravenosa poco antes del parto.