La toxoplasmosis es una enfermedad infecciosa, que está ocasionada por el protozoo Toxoplasma gondii. Es un parásito muy extendido entre los mamíferos (entre ellos el hombre) , sin distinción de género, raza o localización geográfica. Afecta a un 30% de la población mundial.
El peligro que representa esta infección durante el embarazo reside en que el parásito puede atravesar la barrera placentaria, ocasionando una Toxoplasmosis congénita, es decir, una infección que se trasmite al feto antes del nacimiento. El riesgo de contagio y sus posibles consecuencias son mayores en el primer trimestre de embarazo y van disminuyendo conforme avanza la gestación.
El ser humano puede adquirir la infección por 3 posibles vías: mediante la ingestión de carne que esté infectada con el parásito y mal/poco cocinada, a través de ooquistes liberados en las heces de gatos que a su vez contaminan hortalizas o fuentes de agua potable. Una tercera ruta de infección es la vía transplacentaria de la madre al feto.
La enfermedad sin embargo no es contagiosa entre persona y persona. La única manera de contagio entre persona y persona es la via trasplacentaria.
A fecha de hoy no existe vacuna ni tratamiento que lo elimine.
El peligro que representa esta infección durante el embarazo reside en que el parásito puede atravesar la barrera placentaria, ocasionando una Toxoplasmosis congénita, es decir, una infección que se trasmite al feto antes del nacimiento. El riesgo de contagio y sus posibles consecuencias son mayores en el primer trimestre de embarazo y van disminuyendo conforme avanza la gestación.
Las consecuencias para el feto pueden ser de mayor o menor gravedad, dependendiendo del momento de la gestación en que se produzca la transmisión: cuanto más temprana sea la infección en relación al embarazo, más graves serán los daños que sufrirá el bebé, que pueden ser entre otros:
En el momento del nacimiento, sin embargo la mayoría de los bebés con toxoplasmosis congénita no presentan síntomas, sino que éstos se hacen visibles varios meses, incluso años después.
La prueba para la detección y diagnóstico de la infección intraútero es la amniocentesis.
El período de incubación desde el momento de la infección es de 2-3 semanas. La mayoría de las personas infectadas no presentan sintomas, por ello muchas veces no somos conscientes de haber pasado la infección, y por lo tanto, si somos o no inmunes.
En caso de mostrar síntomas, estos son similares a la gripe: fiebre, dolores musculares y/o ganglios inflamados. Una vez pasada la infección, se desarrolla inmunidad a la misma.
En la mujer embarazada, los casos de infección son igualmente asintomáticos o de corta duración, similares también a una gripe común. Por esta razón es habitual no darse cuenta hasta el nacimiento en caso de que el bebé presente algún síntoma al nacimiento, o en caso contrario, hasta un próximo embarazo, cuando la analítica lo confirme.
Durante la primera visita con la matrona durante el embarazo, se ordena una analítica muy completa. Entre otras muchas cosas, se pedirá un análisis que confirme la presencia de anticuerpos ante el T.Gondii en la sangre de la embarazada, lo cual quiere decir que presenta inmunidad a la enfermedad (salvo en casos excepcionales de inmunosupresión severa durante el embarazo).
Si la embarazada es inmune se le comunicará en breve, pero si no ha pasado la enfermedad antes, la matrona le recomendará una serie de medidas para evitar el riesgo de infección:
Si la madre contrae la infección durante el embarazo, y esta se detecta precozmente, se pueden reducir mucho las posibilidades de transmisión al feto con un tratamiento farmacológico adecuado basado en antibióticos.
Si se descubre que la infección se ha trasmitido también al feto, se pueden administrar otro tratamiento a la madre (combinación de 2 antibióticos durante 1 mes), para disminuir en la medida de lo posible los daños al bebé.
Referencias